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sábado, 15 de abril de 2023

GIORDANO BRUNO -1-


A "Giordano Bruno", film de 1974, dirigido por Giuliano Montaldo, e interpretado por Gian Maria Volonté, Charlotte Rampling, Hans Christian Blech, Mathieu Carrière, y Renato Scarpa, (y que  merced a la censura todavía vigente en España, y por su tono abiertamente anticlerical, fue ignorada por nuestras pantallas) hay que concederle, por lo menos, (con los excesos propios que conlleva toda apasionada reacción cinéfila), el valor de erigirse en un oportuno redescubrimiento, ideal para que se evapore todo elemento condicionante y excesivamente crítico hacia este sutil y flexible lenguaje cinematográfico, gracias sean dadas también a las maleables perspectivas ganadas con el alejamiento del tiempo. Lo que no ofrece duda alguna es que esta película mantuvo en alza esa postura de denuncia fanático-religiosa medieval frente al trágico balance de aquellos siniestros años históricos y los horrores clericales cometidos en toda la Europa del siglo XIV, y XV, XVI y XVII. Y a la que se añadiría la máxima expresión transgresora emprendida por el  astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y .poeta Giordano Bruno {nacido Filippo Bruno en la ciudad italiana de Nola, en las proximidades de Nápoles, en enero o febrero de 1548 y quemado vivo en la hoguera inquisitorial en Roma el 17 de febrero de 1600} Bruno fue sin  duda un insólito personaje cuya rigidez disidente y dialéctica, fruto del libre pensamiento, le enfrentaría a los dogmas imperantes y siniestros de los códigos opresivos de la Ortodoxia Cristiana en la Europa del Siglo XVII, y cuya Santa Inquisición (lúgubre e inhumana sombra que se cernió como caótico disloque irracionalista sobre cualquier transmutación de nuestra cultura occidental, y en especial, contra toda catálisis del conato Reformista emprendido por muchas naciones europeas) le condenó a morir en la hoguera el 17 de febrero de 1600 en el "Campo dei fiori romano" 







Coproducida con Francia, Montaldo robustece más que notablemente la mítica sensibilidad librepensadora del personaje. Su película no carece tampoco de esa siempre apetecible y esplendorosa perspectiva histórica capaz de juzgar en toda su grandiosa complejidad la dimensión real del "fenómeno filosófico" emprendido por Giordano Bruno y el nefasto amordazamiento acometido y "entonado" por la arbietrariedad del Catolicismo, y que formaran una especie de bomba con espoleta de efecto retardado, cuya explosión, bordeando piadosamente aquellas centurias tenebrosas, extenderían su importantísimo hongo reivindicativo de cuantos acontecimientos revolucionarios y desmitificadores del dogma conllevaran los juicios críticos y la reflexiónes racionalistas expuestas por Bruno a través de su vida y de sus escritos.


 

"EPISTOLA EXPLICATIVA DE GIORDANO BRUNO ESCRITA AL MUY ILUSTRE Y EXCELENTE  CABALLERO SIR PHILIP SIDNEY, SECRETARIO DE LA REINA ISABEL, ARDIENTE DEFENSOR DEL FRENTE ANTICATÓLICO, Y DISTINGUIDO POR SU GRAN CURIOSIDAD INTELECTUAL Y POR LA PROMOCIÓN DE LAS CORRIENTES INNOVADORAS EN EL PENSAMIENTO Y LA CIENCIA RENACENTISTAS"
                                         LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD ES LO ÚNICO DIGNO DE UN HÉROE
 


{Ciego quien no ve el sol, necio quien no lo conoce, ingrato quien no le da las gracias, si tanta es la luz, tanto el bien, tanto el beneficio, con que resplandece, con que sobresale, con que nos favorece, maestro de los sentidos, padre de las sustancias, autor de la vida. Pues bien, no sé qué clase de hombre sería yo, excelente Señor, si no estimase vuestro ingenio, no honrase vuestras costumbres, no celebrase vuestros méritos, con los que os habéis mostrado abiertamente a mí desde el primer momento en que llegué a la isla británica, en la medida en que el tiempo os lo ha permitido... Y yo nombro libremente a cada cosa que la naturaleza hace digno, y no cubro lo que ella muestra abiertamente; llamo al pan, pan y al vino, vino; a la cabeza, cabeza, al pie, pie, y a las demás partes con su nombre propio.... Yo por mi parte con mis pensamientos, palabras y obras, no pretendo otra cosa que sinceridad, simplicidad, verdad. Éste es mi veredicto, donde las obras y actos heroicos no sean estimados frutos sin valor y vanos, donde no se juzgue suma sabiduría al creer sin discreción, donde las imposturas de los hombres se distinguen de los consejos divinos, donde no se juzga acto de religión y piedad sobrehumana el pervertir la ley natural, donde la contemplación diligente no es locura, donde el honor no consiste en la posesión avara, ni la esplendidez en actos de gula, ni la reputación en la multitud de servidores (sin importar cómo sean) en el vestir mejor, ni la grandeza en tener más, ni la verdad en las maravillas, ni la prudencia en la malicia, la sagacidad en la traición, la prudencia en el engaño, el saber vivir en el fingimiento, la fortaleza en el furor, la ley en la fuerza, la justicia en la tiranía o el juicio en la violencia, y así sucesivamente para todo} 
 


Giordano Bruno –que se hacía llamar “el Nolano” porque había nacido en la ciudad de Nola- había estudiado retórica, lógica y dialéctica  en la vecina Nápoles. A los diecisiete años se había hecho monje dominico y había pasado de un convento a otro, más entregado al estudio que a la plegaria. Leía con avidez los clásicos latinos y los filósofos griegos, hebreos y árabes y se proclamaba discípulo de Demócrito, Epicuro y Lucrecio. Su fuerza residía en una principalmente en una memoria prodigiosa y su estímulo era una inagotable curiosidad que le hacía interesarse en cada rama del saber, de la filosofía a la literatura, de la astronomía a la física, y de las matemáticas a la magia. Las horas del día no tenían más aliciente para Bruno que pasarlas en las bibliotecas y archivos, entregado a las lecturas sacras y profanas, sin preocuparse en ahondar en una vocación que no tenía y que le oprimía hasta el extremo de hacerle maldecir el día en que se había hecho monje. Había formulado sus votos para sustraerse de las tentaciones de la carne, pero sus noches le evocaban fantasmas de mujeres desnudas y bellísimas como fue más adelante la aristócrata Fosca Morosini. Finalmente, ahorcó los hábitos a los veintiocho años. La vida del convento lo había debilitado, pero con su mirada apasionada y con el ardor de sus palabras, de una oratoria grandilocuente, llena de citas, descompuesta, trastornaba más que convencía, y hasta los oyentes más preparados quedaban vencidos. Su elocuencia le procuró un puesto de maestro de astronomía en Noli, Liguria. Duró poco porque se trasladó a Turín, a Venecia  y a Padua. En el verano de 1579, tras haberse instalado en Ginebra, fue expulsado por denunciar públicamente los disparates de un profesor de Universidad local. Fue denunciado y hubo de pagar una multa. De allí se marchó a Touulouse, una de las ciudades más tolerantes de Europa y consiguió un puesto como profesor de filosofía. Inauguró su primera clase con una lección sobre el “De anima” de Aristóteles.

Después de diociocho meses partió para París, consiguió un puesto en la Sorbonne donde desarrolló un curso de filosofía sobre treinta atributos divinos. El éxito que obtuvo lo hizo famoso de un día a otro.  



El rey francés Enrique III de Navarra y IV de Francia, que había oído hablar de él, quiso conocerlo. Bruno le enseñó algunos ejercicios nemotécnicos, y el soberano lo recompensó con una Cátedra en el Colegio de Francia. Allí permaneció dos años. Publicó “El candelero- Il Candelaio"en 1582, una comedia ambientada en la Nápoles famélica y corrompida del siglo XIV, una sátira feroz contra el Clero, los eruditos y los pedantes que le enajenó la simpatía de la Corte, la Iglesia y el mundo académico, dado que muchos profesores de la Sorbonne creyeron reconocerse en dicho libro, y no estaban equivocados porque Bruno usó siempre el aguijón de la provocación más peligrosa. Volvió a su vagabundeo, esta vez en dirección a Inglaterra, país al que llegó en marzo de 1583, provisto de una recomendación real para el embajador francés en Londres, Michel de Castelnau, que lo hospedó en su casa. Brilló en los salones de la gran Elizabeth I Tudor. Conoció al Conde de Leicester, a John Florio, a Edmund Spencer y a otros personajes célebres. La universidad de Oxford le abrió las puertas y dio un ciclo de conferencias sobre la inmortalidad del alma: "El alma sabia no teme a la muerte, antes bien, a veces la ansía y se adelanta a recibirla. Sin embargo, la eternidad mantiene su substancia a través del tiempo, la inmensidad a través del espacio, la forma universal a través del movimiento.”  


Durante este tiempo escribió sus obras filosóficas, y tomando ideas de Aristóteles y Demócrito elaboró una teoría sobre el universo. Comparó la Tierra con un cosmos infinitamente pequeño, hundido en un cosmos infinitamente grande. Y según él, nuestro planeta no se encuentra en el centro del universo porque éste, etéreo e inconmensurable, no tiene límites. Son incontables los mundos que lo pueblan, y que se hallan en contínuo movimiento. Ni siquiera las estrellas fijas están quietas.

Bruno
aseguró que las contradicciones en las cuales se debaten el hombre y la naturaleza son tan sólo aparentes porque un equilibrio superior y una sublime armonía regulan la vida del universo.
 

La modestia no figuraba entre las virtudes de Giordano. Se sentía investido de una misión sobrenatural, quería cambiar el mundo y reformar a los hombres. Los estudios de ocultismo y magia lo habíam desquiciado. Era supersticioso, creía en el poder de los astros, decía que los nacidos bajo el influjo de Venus eran afortunados en el amor, mientras que los favorecidos por Marte eran violentos y belicosos. Atribuía a los números propiedades cabalísticas y taumatúrgicas, y se consideraba a sí mismo un mago. A finales de 1585 volvió a París, y después marchó a Praga, a Zurich y a Frankfurt.

En 1591 decidió imprudentemente volver a Italia a invitación del noble veneciano Giovanni Mocenigo, que quería de él que le enseñase lecciones de ocultismo y nemotecnia. Bruno sabía que la Inquisición quería darle caza, pero fiaba en la protección de Mocenigo, aunque éste fuera un católico ferviente, y en la de la República Serenísima, que se mostraba tolerante en religión.


 

El director italiano Giuliano Montaldo, al atreverse con este biopic sobre el gran filósofo, cinematográficamente olvidado (a excepción de Liliana Cavani que ya lo había esbozado someramente en su "Galileo Galilei" de 1968), aporta de nuevo su distanciamiento de todo didactismo ejemplarista, pero nos convence con su, para tantos, desconocida libertad formal y su esmero, siempre atento a los problemas individuales y virtudes que convergen en los personajes centrales de sus peliculas. Visto hoy, insistimos, resulta un film originalísimo, dado el espléndido entramado con el que es expuesto, y que se erige en aldabonazo clarificador, para la conciencia del espectador del siglo XX y XXI, de aquella distante síntesis conflictiva entre dos culturas arcaizantes, dominadas por el icono dogmático de una intolerante supremacía religiosa, y cuyo pensamiento y su praxis sociológica acabarían por oponerse diametralmente, divorciándose así de su decrépita trayectoria cultural, a partir del siglo XVII, tras un inamovible y paupérrimo pasado histórico de convivencia muy diversa. "Durante una procesión en Venecia, Giordano Bruno, cuyas ideas son heréticas, se dirige a uno de los integrantes del cortejo, amigo suyo, que le pregunta: "¿Por qué has venido a Venecia?" Y Bruno explica: "Quiero ir a Roma. Y te compadezco, y compadezco a todos los que como tú llevan hábito. Pero te aprecio"

                                 En una fiesta de los Morosini,  aristocracia veneciana, Bruno asiste como invitado.
 
 
"Ha hecho bien en venir a Venecia", (Le expone uno de los invitados) "Ah me olvidaba, un editor amigo mío me ha pedido si estaríais dispuesto a publicar vuestras nuevas obras con él. Para usted podría ser una nueva oportunidad, yo creo que le conviene" (Morosini le pregunta a Bruno) "Está cómodo en casa del señor Mocenigo" "En Venecia me encuentro bien" "En conclusión, esta ciudad le gusta" "Aquí mis libros circulan libremente, y yo circulo aún más libremente" (Cuando ve a la aristócrata Fosca, Bruno pregunta) "¿Quién es?" "Es la amante de Morosini" (Y Morosini presenta a Bruno) "Amigos, les presento a un gran filósofo y escritor: Giordano Bruno" (Y él mismo se presenta) "He aquí un raro espécimen"
 
 (Y Fosca inquiere) "¿Es cierto que ha venido a enseñarnos los secretos de la magia?" "He venido para aprender" (Y observando un loro en una jaula, explica) "Estarian lístos los curanderos si creyeran que mis remedios pueden curar el sarampión" (Un invitado le dice) "Señor Bruno, usted es un admirador del rey de Francia, que se declara como protestante y quizás también ateo" (Y Bruno contesta) "Pues sí, admiro a Navarra que va de victoria en victoria y aplasta los partidos de los grandes linajes que han ensangrentado Francia. Pero la venganza no le interesa. Y proclama la paz religiosa. Después de cincuenta años. Es un príncipe iluminado y tolerante" "Y cómo se os ha tratado en tierra extranjera" "He sido también odiado por los hipócritas y por los propagadores de idioteces" (Morosini pregunta al amigo del editor) "¿El señor Bruno se dedica a la filosofía o también le interesa la política?" "Sabe filosofía y política. Entiende de todo" 



(Bruno, aquella noche, es requerido en secreto por Fosca Morosini que se siente atraída por el filósofo y le confiesa) "Estos son los secretos de nuestra magia. Ser bellas y deseables. Hacer feliz a tu amante y ser amiga de sus amigos. Tener de él protección y poder. Sí, y poder ser amadas y saber amar. ¿Has visto a esas mujeres en los puentes? Venden su amor a los comerciantes, a los marineros, y las tarifas son fijadas por el Senado. Ser ricos y poderosos, esto es magia. Gemas, oro, joyas y la gente te mira y te odia. Mira tu piel blanca y escupe. Cuando voy a San Marcos a rezar al Señor me dirijo al poder más grande de todos, al poder de Dios, porque yo creo en Dios" (Y Bruno añade) "Los niños nacen con una magia connatural que, poco a poco, al crecer, están obligados a destruir. Entonces es cuando empiezan a rezar. A la Santísima Trinidad, a los santos y a la Virgen. Una preciosa Virgen azul, llena de oro e incienso. Debemos aprender a respirar, para descubrir que los árboles y las piedras, los animales y toda la máquina terrestre tienen una respiración interna, una respiración normal como la nuestra... y deseo y tacto como nosotros..." (Fosca se asusta y le grita) "¡Vete, vete de aquí, diablo! ¡Vete, fuera, fuera de esta casa! ¡Vete, eres el diablo! ¡Fuera, fuera! ¡Qué desgracia!"





(Bruno se acerca de nuevo a ella) "No sabes amar. Mi mujer es Venecia"

 

El antirromántico Bruno únicamente aplicará su didactismo a las clases más humildes subrayando la eficaz fábula evaluadora: "leche, vaca, hierba, nubes, lluvia, cielo, universo..." del átomo que, como "Causa, Principio y Uno" de nuestro mundo infinito, es el restaurador de los valores y del advenimiento del hombre, retrato absoluto de la existencia, aunque investido y alimentado por la sustancia transmutable de la Naturaleza bajo un universo todavía desconocido.  

(Bruno se reúne con el pueblo llano tratando de explicar su valoración "Causa, Principio y Uno: "Un ciudadano veneciano, Arsenalotto, amigo de francachelas de Bruno exclama) "¡Él puede hablar! Aunque estemos borrachos y no entendamos nada, lo conseguirá. Tiene derecho a hablar" (Y Bruno sencillamente dice) "Yo sólo quería saber... Puedo preguntar de qué color es la leche" "Blanca" "Así cuando piensas en la leche, piensas en blanco. ¿Y quién hace esta leche?" "La vaca" "¿Y qué come esta vaca?" "Hierba" "¿Para algo?... Lluvia, nubes, cielo, astros, universo, Dios. O si preferís, universo, astros, cielo, nubes, lluvia, prado, hierba, ¡muuuu!, vaca, leche. Es la imagen viva de Dios. Es otra visión. Los curas no pueden comprender" (Arsenalotto se exalta) "¡Entonces todo depende de nosotros!"... "¡Es una blasfemia!", (Exclama otro de los presentes). "Entonces, empecemos de nuevo. Se piensa por asociación. Existen correspondencias entre el mundo animal, vegetal y humano"... 

 

"El ambiente está un poco cargado. Vámonos" (Aconseja Arselanotto)  

"¿Quien era ese hombre?", (Pregunta Bruno). "Tiene cara de pájaro... Aquél la tiene de gato. Mira. Y hay un ratón"

 

 "¡Grrrrr! Aquel tiene cara de buey. Y seguro que su carácter es afín" "Ven, ven. Es mejor que nos vayamos, Bruno. Vamos"  


 
(Una vez en la calle se les ofrece una prostituta) "¡Hola caballeros!" (Y Arselanotto grita)"¡En Venecia hay demasiados traseros en circulación por lo que la Serenísima República propone como remedio los pechos... ¡jajaja!" (Bruno ruge como un león) "¡Demasiado fácil: león! Hay quien les gusta los pechos, los traseros, y hay quien les gusta el vino. ¡A mí!" (Bruno imita a un pez, imitando la cara de Mocenigo, que lo acoge en su casa) "Mocenigo, un pez podrido" (Dice Bruno). "¡Espera...!" "¿Pero quien son estos?" "Jajaja, él es filósofo. Un filósofo famoso. Va a enseñarme la correspondencia entre los hombres y las bestias" "¿Qué es esa historia", (Pregunta una de las mujeres de la calle) "Tú, por ejemplo, pareces una vaca" "¿Y a ti te gustaría ser el toro?" "¡Tuyo, y de cuantas pueda, hasta que reviente!" "Empieza por mí, semental. No vayas a otra" "Oye, Bruno, escucha. Los pecados del amor, Dios los perdona. Estoy seguro de que vosotras y yo nos encontraremos en uno de los dos paraísos. Seguro. Iremos todos al paraíso. Está el de la buena gente que le gusta comer, y beber y divertirse, sin hacer daño a nadie. Ésos cuando vayan harán lo mismo que aquí. Luego, en cambio, está el paraíso de los que se sacrifican, que hacen penitencia, ayunan y rezan largas oraciones. Ésos seguirán igual" (Empieza a llover) "Llueve, agua santa. Es bueno para la tierra. ¡Bruno, llueve!"
 
 
 
  
 

 
A la mañana siguiente, después de hallarse toda la noche por las callejuelas de Venecia entre mujeres Bruno, completamente bebido, es conducido por unos barqueros a la casa de Giovanni Mocenigo, que le reprocha enfurecido sus noches de francachela, y que no desdeña los placeres siendo como es un filósofo.
 
"Tú qué te has creído" (Exclama Mocenigo). "Supongo que te habrás divertido en casa de Mororsini" (Y Bruno grita) "¡Siiii!"  "¿Y quién te ha dicho que un filósofo tiene que desdeñar los placeres? ¡Mocénigo ama, ama, y vive cuanto puedas, y quiere a quien te quiera!"  (Y Mocénigo responde) "Es muy cómoda tu filosofía" "¡La filosofía nunca es cómoda!" "Espero que algún día, cuando puedas, me enseñes a mí también tu filosofía, si es que te dignas hacerlo"  "Requiere un esfuerzo" "¿Un esfuerzo? ¿A cambio de qué Bruno?" "A cambio de todo o de nada, depende de como veas las cosas... El filósofo. aunque no posea nada, es dueño de su propio destino... ¡Es dueño de su propio destino!"
 
 
(Mocenigo explica, desconcertado) "A mí me enseñaron que la virtud de la que hablas nace de la fe y no de la folosofía" "¡Sí, lo sé, Mocenigo!" (Bruno abraza a Mocenigo. Y replica) "Sí, me sé de memoria las historias con las que os han machacado el cráneo desde la cuna a la escuela, y luego en el púlpito. ¡Sed pobres de espíritu, sed humildes de mente, renunciad a la razón, a la luz cegadora de la inteligencia que te quema y te consume! ¡Porque cuanto más sepas, más encaminarás tu destino a sufrir!"
 
"¡Renuncia a tus sentidos!  ¡Sí, prisioneros de la santa fe! ¡Vive en vuestro estado de borregos! ¡Vivir así es vivir en la muerte!" (Mocenigo duda) "Hay momentos en que tus teorías me dan miedo. Piensa en el desorden en que crecería el mundo si todos, los siervos y los barqueros como los que pretendías traerme a casa, los pobres se acostumbraran a pensar como lo haces tú"  
"Hay hombres que viven con holgura como tú, y otros que no tienen tu misma suerte. Pero todos los hombres son iguales, y todos tienen derecho a levantar la cabeza... hacia el cielo, hacia el punto más alto donde luce el sol de la verdad... incluso los barqueros y los pobres"
 
 
 





                                 LA VERDAD NO CAMBIA PORQUE LA CREA O NO LA MAYORÍA DE LA GENTE

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