Confinado, sin poder gritar libertad, me acogí al milagro
emocional del cine. Y busqué las lágrimas que fluyen a través de la
inocencia cinematográfica. Puede resultar grotesca, hasta absurda. La
inocencia parece estar siempre en quiebra, de una forma u otra, con las
emociones. Pero la emoción, pese a todo, posee la voluntad necesaria
para hacerse perenne.
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