Vistas de página en total

jueves, 11 de enero de 2024

Les Amants de Montparnasse {Montparnasse 19} (Los amantes de Montparnasse) -1-

Un perfil psicológico, aureolado por el velo "mixtificador" de la pantalla, al contrario que la literatura, no puede ser difundido más que a través de cierta complejidad (como ya se indicó en alguna otra ocasión) "cosificada", que, en consecuencia, no acabará jamás por resultar nítida, séase verídica, en su totalidad. Que la imagen cinematográfica se crece en la delicia del manjar que nos aprestamos a degustar, lo sabemos todos. El arquetipo mítico que parece que emane sólo para nuestros ojos, los de aquellos que acudimos con devoción a las salas oscuras, o a cualquier otro tipo de visionado, nos contenta con esa sensación de la sed saciada (aquí, la de nuestras "buenas dosis de cine"); y el cinéfilo se cala su sambenito: el de ser mil veces más inoperante que el lector en su afectividad por la intelectual voluminosidad que crea la transferencia mágica, no de la lectura, en este caso, sino del trazado evanescente y atractivo que despide la imagen en movimiento. La cual, ya sea en noventa minutos, en cien o doscientos, acabará por codificar a su gusto la historia, fluida y sabrosa, falsa o menos cierta, que nos ha sido servida, y a la que incluso se le puede añadir ese postizo "final feliz" que nos tranquilice; y casi siempre, por supuesto, a fin de convencernos de que toda situación difícil puede ser enderezada dignamente, aunque con ello los valores justos del drama acaben escarnecidos. Es lo que se podría calificar como "la complacencia de abarcarnos en la complacencia". Pero "los finales felices" (como sentenció más de una vez algún gran cineasta) son como una ración de coca que (todo turista lo sabe) pone en claro la gran resistencia del indio peruano. Y la coca, a fin de cuentas (volviendo al comentario de nuestro cineasta desconocido) no es más que un "veneno lento".



                           CARA Y CRUZ DEL "BIOPIC"


Al cinéfilo que le gusta (o le gustaría) espolear las necesidades dramáticas en todos sus matices; que añora la fusión identificadora del personaje con su mitología; que detesta esa manía desmesurada de falsear la compleja realidad de la historia, o de camuflar, de una manera o de otra, las razones imparciales que condicionan la dicha o la desgracia, el triunfo o el fracaso, de los seres humanos, jamás debiera haberle valido el procedimiento recóndito de la justificación (ese esquema primario polarizador de los odios, frustraciones, o esperanzas, albergado en la existencia de los hombres) que siempre, o casi siempre, se concentrara (todo hay que decirlo, para satisfacción del espectador menos exigente) en el esquematismo cinematográfico por antonomasia. Y a tenor de la tozudez (el convencido, el buen degustador del Séptimo Arte, debería haber sido siempre -pese al encanto que tantas veces conllevara la mítica industrialización de alguna que otra mentirijilla, ¡y haberlas las hubo a montones!, y no sólo en el cine- como la mula resabiada que tiende a desgajarse del peso del esquilmo), ¡ay, cuántas buenas copas que no deberían haberse derramado nunca, lo fueron antes de ser probadas! Muchos amantes del cine lamentamos que historias que pudieron desarrollar al máximo sus posibilidades, se quedasen limitadas a cierta evidencia embrionaria. Y que el "biopic" (o biografía filmada), quizás el género más castigado, fugazmente recuperado, o recreado, por lo general; y cuyos elementos tan constantes en su mitología acostumbraran como ninguno a penetrar en el viejo dolor humano, adquiriera únicamente, ¡tantas, tantísimas veces!, frente al rectángulo luminoso, hipnótico, que enseñorease nuestras pantallas de ensueño, esa categoría de cierta impaciencia que se quedó a mitad de camino, o de una ansiedad que nunca pudimos saciar del todo.


Así muchas biografías, en su sentido visual, con más frecuencia de la que hubiera sido de desear, tras caer en manos de guiones endebles, no lograrían desprenderse de sus adherencias documentales, con cierta adjetivación decadente y corruptora que comportara la descomposición social de la semblanza que se trataba de retratar, olvidando que el cine, para nuestra satisfacción, también puede ser algo más que una suma de imágenes excitantes o cautivadoras; y que tanto pueden derivar hacia las aristas de la mediocridad y del horror, como de la impericia técnica a la hora de ensalzar el dramatismo equívoco, que tantas veces acaba por devorarlo, o el simple decorativismo social u opinión crítica, sin la menor vocación realista. "Biopics" fascinados por los ambientes, por el material plástico más espectacular, por ciertas mitologías eróticas, poco receptivas a las inquietudes culturales e históricas, y que entregadas a la llamada "evasión psicológica", encajaban en el clásico arquetipo al que también se conociera por "atmósfera sin contenido". A pesar de todo, la biografía, como tema de inspiración cinematográfica, también fue capaz de afianzarse en estructuras de escrupuloso respeto; de sorprendente, inquietante e imaginativa riqueza, que pese a no poder sustraerse del todo al vampirismo desnivelador de lo que debería haber sido (y ser todavía) una constante exigencia verista del "biopic", y que la comercialidad acabaría siempre por imponer sobre el producto que habría de llegar hasta el público, pudo hallar cierto jalón decisivo en la historia del cine, expuesto con ritmo clasicista, coherencia naturalista, y un envidiable y expresivo sentido de la mayor autenticidad, en la que refulgieron grandes estrellas de la época, fuesen de la latitud que fuesen.


[Amedeo Clemente Modigliani, nacido en Livorno, Italia. el 12 de julio de 1884-Fallecido en París, Francia, París, el 24 de enero de 1920 de tuberculosis a la edad de 35 años]


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Amedeo Modigliani (también "dedo" para su familia y para quienes le adoraron) había nacido en Livorno, Italia, de una familia de judíos sefarditas italianos. Garsin de apellido por rama materna; su abuelo siempre se preció de poseer una educación artística y científica capaz de dar ciento y raya a la enseñanza pública de la época. La influencia que su abuelo materno ejerciera sobre el niño Amedeo, nieto favorito, y el menor de cuatro hermanos, sobre el que también recayeron todos los mimos de su madre, fue inmensa y plenamente recompensada por la inteligencia del muchacho. Aquella cultivada familia abrió ante el joven Modigliani una gran amplitud de perspectivas. Opuestos a cualquier comportamiento reaccionario, compartieron todos ellos el gran mundo ideológico, capaz de desarrollarse frente a la más feroz controversia burguesa que se les cruzase en el camino. La filosofía, el pensamiento, la poesía y la historia alimentaron con sus tempranas influencias los oteros de sus encendidos apasionamientos, dotados además de una gran facilidad de expresión. Su madre, tras los fracasos comerciales paternos, abrió una escuela local, en la que Amedeo impartió durante muchos años las asignaturas tradicionales. Pero el joven acabó sumergiéndose en una nueva asunción de claridades y colores impetuosos, en una atmósfera de bellezas como creadas privadamente para su goce. Toda la amplitud cultural en que se vio envuelto, se resumía ahora, línea a línea, en una nueva emoción: ¡el arte! Padeció fiebres tifoideas y una pleuresía aguda. Una secuela se eternizaría en su endeble salud: la tuberculosis crónica.
photo de famille

Maurice Utrillo, Suzanne Valadon et André Utter en 1919


     Montparnasse 1916. Aquí está Amedeo Modigliani junto a André Salmon, Manuel Ortiz de Zarate y Max Jacob.

En el sur de Italia, donde viajó con su madre, Modi se identificó con los grandes pintores del siglo XIV. Mujeriego empedernido, Oscar Ghiglia, su mentor, le inició, ya en su mocedad, en el sexo, las drogas, la bebida, y en su faceta más excéntrica: la mística. Su atractivo también hizo estragos entre las mujeres. El Louvre le abrió a la gran influencia por la estatuaria egipcia (presente en el hieratismo de muchos de sus futuros cuadros), y en las artes caldeas y sirias. París, 1906. Expuso dos acuarelas y dos óleos en el Salón d' Automne. Rechazado y herido, introvertido y bello, se precipita en la bebida y las drogas. Empobrecido, pese a la asignación materna que duraría toda su vida, trasiega sus energías enfermizas y románticas a un banco miserable del parque, en el que pernocta, y trabaja en la colonia de artistas (comuna Delta) dirigida por el doctor Alexandre. En lo profundo de su miseria, comparte amores de una noche con costureras, criadas, prostitutas y chicas de los bares de Montmartre. Se suceden sus ataques de ira al exponer en el Salón des Indépendants, donde no obtiene críticas ni ventas. El doctor Alexandre le consigue algún encargo. Cuando Modi destruye algunos cuadros de los artistas de la comuna Delta, es expulsado. Conoció al pintor Maurice Utrillo, alcohólico y enajenado, varias veces internado en el manicomio, y a Max Jacob, homosexual, fanático religioso, adicto al éter, y defensor a ultranza de Pablo Picasso, que jamás fue amigo suyo ni partidario de su pintura. Amedeo le consideraba un español egocéntrico, orgulloso de su tan cacareado carisma y de su enorme éxito con el sexo femenino.
                 Amedeo Modigliani junto a Pablo Picasso y Andrés Salmón frente al café de la Rotonde, París.
 
Montmartre fue su "corte de los milagros". Como una justificación misteriosa, que no artística, creada para sus antojos sin remordimiento, y para sus complacencias angustiosas entre las que se contaban sus prácticas sexuales prohibidas. Ya en la indigencia, en 1909, se traslada a Montparnasse. Pudo volver a Livorno, trabajó allí, pero su enfermiza acomodación a las presencias urbanas parisinas le devuelven a su ambiente de Montparnasse, donde bebe en exceso y su salud empeora visiblemente. La asignación materna no basta a sus numerosos dispendios. Los materiales resultaban excesivamente caros. El invierno de 1913 fue terrible. De nuevo en Livorno se dedica a esculpir. Despreciadas sus esculturas, las arrojó a un canal de su ciudad natal. Jean Cocteau se sintió seducido por él, e intentó ayudarle. Modigliani que destestaba la compasión, no aceptó jamás su dinero. Diego Rivera, el pintor mexicano, vivió con él en 1914. El 29 de agosto de aquel año París fue bombardeada desde el aire por primera vez. Nadie creía que la guerra pudiera durar. Pero empezó a parecer que los alemanes iban ganando y que el ejército francés retrocedía. París se hallaba a punto para la evacuación. La guerra cambió Montparnasse. La mayoría de los artistas, antes de partir al frente, se emborrachaban y daban fiestas cada vez más subidas de tono. Picasso, Foujita, Modigliani y Ortiz de Zárate, todos extranjeros se quedaron. Max Jacob y Maurice Utrillo, franceses se fueron a combatir. El doctor Paul Alexandre ingresó en los servicios médicos.

A los 30 años, Modi, conoció a Beatrice Hastings, una escritora sudafricana, celosa e independiente, y con algunos años más que él. Fue la pareja mejor provista de Montparnasse, tanto intelectual como alcohólicamente. Su relación fue tempestuosa. Beatriz fue "desfenestrada" por Amedeo, sin que él se preocupara en abrir las ventanas. (A los sesenta y tantos años fue encontrada muerta en su casa de Worthing, Inglaterra. Se había suicidado con gas) En 1916 conocería también a Leopold Zborowski, polaco. Fue su marchante. Era paciente y amable con los excesos de Amedeo, pero hombre de negocios al cabo. Logró vender diez Modiglianis por 500 francos (la única gran venta del pintor en vida), entre ellos "La niña de azul", que, por esas ironías del destino, años después le fue ofrecido a Zbo por 400.000 francos.

Jeanne Hébuterne conocía a Modigliani. Había estado enamorada de Modi antes de liarse con él. Su libro de notas, en que Jeanne describía sus sentimientos al verle, fue encontrado por André, su hermano, en su antigua habitación tras su muerte. La joven asistía a la Académie Colarossi, cuyas aulas siempre se hallaban a rebosar de estudiantes. Y Modigliani se dejaba ver por el lugar con frecuencia para dibujar desnudos al natural. Además le había visto en los carnavales, en los bares y calles. Incluso cuando solía bailar ante la estatua de Balzac del Bulevar Raspail. Estudiante de 18 años, Jeanne lo adoraba. Era el amante que andaba buscando. Chana Orloff el escultor ruso que los presentó jamás imaginó que la muchacha fuese capaz de abandonar a su familia "para seguir a Modi" Sus padres trataron por todos lo medios, sin conseguirlo, de hacerle comprender lo disparatada que era la atracción que experimentaba por aquel italiano, indigente, bohemio y alcohólico. El pintor Tsuguharo Foujita, enamorado de ella, la llamó "vicieuse", sensual, enfermiza, pálida, delgada y misteriosa. Cuando dejó las comodidades familiares para seguir a Modi, y hundirse en la indigencia a que la arrastraría la vida sin medios del pintor más rechazado de París, su padre le cortó su asignación económica. La sexualidad y la adoración por Modi, estimuladas por el alcohol, están presentes en su cuaderno (que fue hallado en su departamento) en forma de símbolos extravagantes y apasionados.
Zborowski les encontró un estudio, con escaleras empinadísimas y un tragaluz que llenaba de sol y vida el miserable cuartucho, sito en la calle Grande Chaumière, 8. Impelido a abandonar el estudio, al no poder pagar el alquiler, Modi ofreció dos lienzos al casero, el cual no los aceptó. Su nieto contaría años después cómo llegó a lamentarlo su abuelo. Su obra no había obtenido el éxito que en realidad merecía. Tenía que luchar con la enfermedad, la adicción, la amargura, el rechazo y la pobreza más absoluta. Sabía que estaba condenado... Su vida hacía tiempo que se encarrilaba hacia la muerte por tuberculosis. André, el hermano de Jeanne contaba que una noche, en los jardines de Luxemburgo, al oír gruñidos iracundos y alcohólicos, corrió y vio a Modigliani enfurecido, como si estuviera atacando a su hermana. Jeanne había empezado a correr, pero no huyendo de su amante, sino de la cantidad de ratas que salían de las alcantarillas a aquellas horas de la noche. Todo aquello la había aterrorizado. Modigliani, tras tratar de espantarlas, la alcanzó y ambos se desvanecieron en la oscuridad.

Los gravísimos problemas de salud de Modigliani, y ayudado por Zborowski de nuevo, conminan a la pareja a trasladarse a Niza. Allí nace Jeanne, en 1919. Su marchante Guillaume sugiere a Modi que pinte desnudos, por los que los millonarios que veranean en la Costa Azul podrían demostrar cierto interés. Los cuadros son rechazados. De nuevo en París, en mayo de 1920. Tras una noche de excesos, en los que trata de vender los retratos que efectúa a los clientes de los cafés: "a cinco francos, nunca pedía más", se ve inmerso en una reyerta callejera. Modi y Jeanne habían pasado la semana anterior encerrados, abandonados en su estudio helado, comiendo sólo sardinas de lata y bebiendo alcohol. Durante dos días sufrió un gran dolor. Un hombre más débil que Amedeo ya habría muerto. El diagnóstico era desesperado. Al tercer día, Jeanne pidió ir al hospital. Modi estaba en coma. Jeanne, de nuevo embarazada de nueve meses, le cogía la mano y le decía: "no me dejes". Moriría de meningitis tuberculosa una fría tarde del 24 de Enero de 1920, sábado, a las 8' 50. Falleció sin haber recuperado la conciencia. Pocos días antes había solicitado el permiso del Gobierno Francés para contraer matrimonio con Jeanne Hébuterne. Ella lo miró largo rato como si sus ojos estuvieran viviendo la más inimaginable de las tragedias. Monsieur Hébuterne la obligó a volver a su casa de la calle Amyot. Encerrada en su antigua habitación, oía a sus padres y a su hermano André discutiendo y gritando. ¿Qué hacer con ella? A las cuatro de la mañana, Jeanne, se acercó al ventanal, abriéndolo de par en par, y tras situarse de espaldas, se lanzó al vacío. Un obrero encontró su cuerpo reventado y lo subió al piso de los Hébuterne. Los padres de la muchacha, horrorizados, le dieron con la puerta en las narices. El obrero llevó el cadáver a la calle Grande Chaumière con una orden de la policía, ya que la concierge se había negado a aceptarlo. Y allí quedó, abandonado durante toda la mañana. Modigliani fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise. Los padres de Jeanne, eternamente ofendidos por su unión con el judío Modigliani, la enterraron en el Cimitière de Bagneux, donde también había recibido sepultura originariamente Oscar Wilde. Jeanne Modigliani [Nacida Giovanna Hébuterne, en Niza, el 29 de noviembre de 1918- Fallecida en París el, 27 de julio de 1984 de hemorragia cerebral a los 65 años) escribió una biografía: "Modiglianni sans légende"
                                   Homenaje a Modigliani. Óleo sobre tela del artista Roberto Duarte 1980

Max Jacob [Quimper, Bretaña, 12 de julio de 1876-Campo de concentración de Drancy, 5 de marzo de 1944 a la edad de 67 años) {escritor, poeta, dramaturgo y pintor francés, retratado por Modigliani}: "Modi era bastante bajo. Medía 1,60. Su pelo era rizado; liso y bello el perfil. Poseía un rostro tan pálido como redondeado, una risa breve pero amarga e infantil. Su violencia era inesperada debido a su aparente amabilidad. En el confluían emotividad, rigidez y genio. Pero semejaba más sardónico de lo que realmente era. Fue, en toda la extensión de la palabra, un poeta y un artista. Únicamente pensaba en el arte."


Jacques Lipchitz [Druskininkai, Lituania 22 de agosto de 1891-Capri, 16 de mayo de 1973] {escultor cubista de origen lituano que efectuó la mascarilla mortuora de Modigliani} :"Es evidente por qué las mujeres se volvían locas por él. Era hermoso incluso muerto."

[Ossip Zadkine, Vítebsk, Bielorrusia, 4 de julio​​ de 1890-París, 25 de noviembre de 1967] {escultor de origen judío}: Le encontré tumbado en una cama estrechísima. Vestía un exquisito traje de terciopelo que parecía flotar en un mar turbulento, congelado hasta que Modigliani despertara. En la habitación, por el suelo y las paredes, podían verse multitud de hojas de papel blanco cubiertas de dibujos, como los rompientes de las olas de una tormenta en una película muda y momentáneamente inmóvil. Él, que era tan delicado, con su agraciado rostro ovalado, se despertó irreconocible, con la piel amarillenta y ojerosa. ¡La diosa del hachís no perdona a nadie!"
[Jean Cocteau, Maisons-Laffitte, Francia; 5 de julio de 1889-Milly-la-Forêt, Francia; 11 de octubre de 1963] {poeta, escritor, dramaturgo, y director de cine francés} : "Era apuesto. No, era algo mejor. Era esplendoroso. Me lo estuve preguntando hasta que le vi retratado en una pelicula de Gérard Philipe... Le encantaba bromear, con su risa terrible. Era como aquellos modelos de Roma que en tiempos esperaban a los pintores en las escaleras de la plaza de España. Un fuego oscuro iluminaba todo su ser e incluso irradiaba a través de su ropa, dando a su aspecto negligente un aire de dandismo. Cuando le conocimos era en verdad rico y orgulloso; rico en el verdadero sentido de la palabra, entregado a dibujar los alargados retratos de sus amigos y a revolotear en el Café de la Rotonde de mesa en mesa, como si se dedicara a decir la buenaventura. Y como por entonces ninguno de nosotros tenía la menor noción de lo que era el éxito, vivía así, regiamente, en la gloria que le otorgaba nuestro grupo, para el cual no existían las valoraciones comerciales ni el problema del gran público." 
 
[Pierre-Auguste Renoir, Limoges, Alto Vienne, Francia, 25 de febrero de 1841-Cagnes-sur-Mer, Alpes Marítimos, Francia, 3 de diciembre de 1919 de neumonía a la edad de 78 saños] {pintor impresionista francés}: "Recibí a Modigliani en mi finca, llena de olivos y rosales.
(Renoir era viejo y estaba muy débil, cerca ya de la muerte) ¡Así que también usted es pintor!, ¿eh, joven?" (inquirió, mientras Modigliani miraba sus cuadros). "Pinte con alegría, con la misma alegría con que hace el amor. ¿Acaricia usted sus lienzos durante mucho tiempo? Yo les toco las "posaderas" durante muchos días antes de acabar los cuadros"... (¿Fue la vista de aquel anciano decrépito? ¿O la idea que se hizo de Renoir azotando nalgas? ¿O el contraste entre la maravilla de sus primeros desnudos y el estado a que había llegado? Modigliani sufría y era inminente una catástrofe. Y asi sucedió. Modi se levantó bruscamente, puso la mano en el pomo de la puerta... "Me miró y contestó: ¡Monsieur, je n' aime pas les culs!". 
 
 
[Anselmo Bucci, Fossombrone, Pesare e Urbino, Italia 25 de mayo de 1887– Monza, Lombardia, 19 novembre 1955 a los 68 años d edad] {pintor y escritor italiano}: "Encontré a Modi en la Rotonde. Estaba bastante natural y casi completamente humano, como no le había visto en quince años. Hablamos de la guerra y Modi dijo: "Yo quería ir a pie hasta el frente, pero cuando llegué al final del bulevar desistí. ¿Y qué ha sido de ti? ¿Has ido a la guerra y te has convertido en un héroe de los "futuristas"? (Los "futuristas" era un grupo que Modigliani aborrecía y al que negaba pertenecer) "Jeanne se unió a nosotros y fuimos a comer a la cantina de Rosalie. Me di cuenta de que Modi comía poco. Acariciaba a Jeanne de modo ostensible. Luego volvimos a la Rotonde, y por el camino Modi dijo a Jeanne que se fuera a casa, abrazándola y besándola con grandes muestras de cariño. Luego, saludándola con la mano desde lejos, me dijo: "Iremos al café tú y yo mano a mano. Mi mujer se ha ido a casa, a la italiana. ¿Te sorprende?"
 

            UN EXIGUO LEGADO CINEMATOGRÁFICO

[Nacido en París, Francia, el 15 de septiembre de 1906-Fallecido en París, el 21 de febrero de 1960, de hemocromatosis a la edad de 53 años]
Era hijo de una acomodada familia burguesa franco-escocesa. A principios de 1930 trabajó como asistente de director de Jean Renoir en "Budu, sauvé des eaux" (en el film Becker interpretó un pequeño rol de joven poeta), y "La Marseillaise". Junto a otro recién llegado, Pierre Prévert, co-dirigió en 1934 el cortometraje "Le commissaire est bon enfant". "Tête de Turc", fue su siguiente corto en 1935, más tarde desdeñado por Becker. Tras abandonar el rodaje de "L' Or de Cristobal" en 1939, dirige finalmente su primer largometraje en 1942, "Dernier atout", especie de pastiche detectivesco, poco inspirado, que aprovecha las lecciones tan en boga por aquel tiempo del cine policiaco o thriller norteamericano. Pese a la escasa resonancia entre el público de sus siguientes películas, y hoy, no obstante, consideradas como dos auténticos tours de force juveniles "Goupi mains rouge", con Fernand Ledoux, y Blachette Brun y "Falbalas", con Raymond Rouleau, Micheline Presle, Jean Chevrier, Gabrielle Dorziat, y Jeanne Fusier-Gir, en Becker se estructura ya cierto refinamiento y un gran sentido del naturalismo a la hora de hurgar con inesperada intensidad en el penetrante impacto que la mejor tradición dramática europea empieza a disputarle al coloso hollywoodense.

Inspirándose en un suceso auténtico, Becker realizaría, en 1952, la que hoy es considerada su primera obra maestra "Casque d'or" Gran tragedia de las llamadas "apaches", de ahí su título español "París bajos fondos", que además de contar con dos interpretaciones extraordinarias, las de Simone Signoret, Serge Reggiani, y Claude Dauphin, permanece como una de las más brillantes evocaciones del París de principios de siglo XX. Historia vigorosa, de corte totalmente naturalista: un obrero enamorado de una bella prostituta, que, convertido en asesino, será condenado a la guillotina (una de las escenas más impactantes del film), bajo la mirada estremecida (en un despliegue de contención dramática antológicamente servido por la presencia legendaria de la mejor Simone Signoret) de su desmoronada amante




Hasta 1957, siguieron tres films que, en contradicción con el excelente realismo naturalista emprendido por Becker en "Casque d' or", se cernieron sobre su carrera como aves amenazadoras de tan extraordinaria revelación: "Touchez pas au Grisbi" ("No toquéis la pasta"), con Jean Gabin, Jeanne Moreau, Lino Ventura, René Dary, Paul Frankeur y Dora Doll,  "Ali-Baba et les quarante voleurs" ("Ali-Baba y los cuarenta ladrones"), con Fernandel, Samia Gamal, Dieter Borsche, y Henri Vilbert.
Y "Les aventures d' Arsene Lupin" ("Las aventuras de Arsene Lupin"), con Robert Lamoureux, Liselotte Pulver, y O.E. Hasse.
En 1966 rodaría su penúltima obra maestra "Le trou" ("La Evasión"), con Philippe Leroy, Marc Michel, Michel Constantin, Jean Kéraudy, y Raymond Meunier.
Con "Le trou" ("La evasión"), 1959, la más certera aproximación de Becker a una nueva estética claustrofóbica de un mundo exclusivamente masculino, de ritmo moroso y detallista, en el que, no obstante, palpita la densa tradición del "naturalismo negro francés" de Marcel Carné, sorprendente en un director que arrastrara gran reputación de romántico, concluiría su prometedora carrera al morir prematuramente en 1960. Según expusieron algunos comentaristas de la época "pudo haber sido el sucesor del extraordinario Jean Renoir de anteguerra".









 
Grandiosa composición de Philipe como el alcoholizado y genial pintor Amedeo Modigliani en "Les amants de Montparnasse" ("Los amantes de Montparnasse-Montparnasse 19"), 1958, que dirige Becker sustituyendo a Marc Ophüls (por enfermedad) Becker, con Lilli Palmer, Anouk Aimée, Lea Padovani y Lila Kedrova.




 
 
 







































.