
COUNT FIVE AND DIE









Completar las últimas acciones bélicas de la II Guerra Mundial, en busca
de la seguridad de la victoria contra los ejércitos de Hitler significó
ofrendar a la historia una de las acciones épicas casi increíbles, que,
no obstante, condujeron a un triunfo definitivo contra el nazismo. La invasión
del Día D de las fuerzas aliadas norteamericanas el 6 de junio de
1944 debía por tanto mantenerse como uno de los secretos aliados primordiales y
evitar así, a través del mismo, la vía del peligro que se cernía especialmente
en Inglaterra por medio del espionaje alemán infiltrado en muchos de los
rincones menos sospechosos de la isla británica, y muy especialmente en la
capital londinense. Era, por tanto, vital superar hábilmente las actividades
secretas de los espías infiltrados que habrían podido retrasar la acción
invasiva a través de Francia, y abortar la última y más importante de las
operaciones bélicas que por medio de aquella acción final de incursión confederada
liberaría definitivamente el dominio de la Alemania Nazi en todos los
territorios europeos ocupados. En realidad, el Día D empezó de madrugada con el
aterrizaje de tres planeadores de la 6.ª División Aerotransportada del Ejército
británico y la toma del puente Pegasus (situado sobre el Canal de Caen, junto a
Bénouville, en Francia) integrada en la Brigada de Desembarco Aéreo de dicha
División. De inmediato con la famosa operación Overlord se consiguieron una
cantidad importante de los objetivos previstos, y con ello se logró que las
tropas aliadas se adentraran en la costa francesa e iniciasen así la liberación
de la ocupada Europa occidental. El día original para el desembarco se había fijado para el 5 de junio
de 1944, pero las malas condiciones meteorológicas y marítimas hicieron que el
comandante supremo de los Aliados Dwight David Eisenhower la aplazara hasta el
6 de junio, con lo que se ganó más tiempo para ensayar los movimientos de las
tropas una vez desembarcaran en las costas normandas. A esta última fecha
se la denominó "el pequeño día D" o "Jour J"
o "Le Choc". Se designó también al general
británico Bernard Montgomery, comandante del 21.er Grupo de Ejércitos, que aglutinaba todas las
fuerzas terrestres que tomarían parte en la invasión.
















El bajo presupuesto que
obtuvo "Count Five and Die" del artesano director
nacionalizado francés Victor Vicas (nacido en 1918 en Moscú, Rusia),
escasamente acreditado entre las grandes lumbreras europeas del Séptimo Arte,
no fue obstáculo para que la cinematografía europea, unida esta vez con la
británica y la estadounidense, incidiese magníficamente en el imprescindible juego de
los equívocos y engaños bélicos perpetrados por Inglaterra y Estados Unidos
contra la Alemania Nazi. La eficacia de Vicas exigía una requisitoria
condicionada por su insistencia en escenas de interiores laberínticos y oscuros
entre los cuales se desataba la acción, valiéndose en raras ocasiones de las
calles londinenses para eludir las amenazas de los seguimientos del espionaje.
Y de nuevo la cinematografía trató de recurrir a los blockbusters o éxitos
de taquilla históricos de tantos films bélicos como han enseñoreado la
pantalla, y lograr mediante esta pequeña obra maestra casi olvidada del cine de
espionaje como es "Count Five and Die" que dichos taquillazos
nunca estuvieron reñidos con la dignidad artística y pudieran seguir
siendo, también hoy por medio de los nuevos avances tecnológicos, un vehículo
de generosas ideas de política-ficción, incluyendo de nuevo la
problemática del espionaje, y advirtiendo al mundo de lo peligroso que resulta
seguir jugando con los sangrientos alegatos belicistas, uno de los grandes
horrores que siempre han gravitado sobre la humanidad. Hay que seguir
celebrando que el Séptimo Arte se haya decantado desde sus inicios como un
fenómeno representativo de las realidades sociales, mostrándonos los duros
climas morales de un mundo tantas veces desquiciado e injusto, y que al falsear
también planteamientos y fórmulas persistentes inscritas en la existencia
humana, no pierda en absoluto la partida frente a las preocupaciones de todo
tipo que lo han vinculado a un casi certero compromiso social con los grandes
problemas suscitados, en este caso, en la pasada contemporaneidad del siglo XX.
Y si ha sabido aplicar el escalpelo del análisis implacable al mundo de las
relaciones humanas, siguió siendo también de suma importancia que hurgase en los
ineludibles abismos de la corrupción y la perversidad, y se haya distinguido
por buscar fórmulas de comportamientos más dignos y racionales, como declaró el
gran John Huston cuando filmó su monumental espectáculo bíblico: "The
Bible" ("La Biblia") es una creación colectiva de los hombres,
destinada a resolver provisionalmente y en forma de fábulas cierto números de
misterios demasiado inquietantes para el pensamiento de una era no científica, pero
también aplicable al mundo contemporáneo" "Count Five and
Die" es una clara muestra de las atractivas posibilidades del cine de
bajo presupuesto, que a partir de la línea argumental del que quizás ha sido el
hecho histórico más terrorífico que ha vivido la humanidad en el pasado siglo,
expone lo que pudo ser el verdadero rostro testimonial de un continente que
abatido por la crueldad de la guerra, que no es sino la "mayor obscenidad
que se puede conceder a la muerte", trató semiclandestinamente la impotencia
práctica de rebelarse contra ella, aun valiéndose de fascinantes falseamientos
destinados a demoler la gigantesca cadena del horror nazi y uno de sus polos
más temibles y casi jerarquizantes de la visión paroxística del que se valió el
brumoso movimiento del espionaje bélico, subvertidor de la búsqueda exhaustiva
de la agónica paz mundial. Y no es extraño por tanto que el título del
film se fusione con la aterradora presencia sobre la que también pesa
la tragedia colectiva y estremecedora de la guerra: "la cápsula de
cianuro", empleada para rehuir la sistemáticas torturas del enemigo. Se
trataba de contar hasta cinco y morir sin sufrir, pese a que la realidad era
muy diferente, y la muerte por cianuro, según los expertos, era terriblemente
dolorosa. Victor Vicas se valió de dos excelentes actores como el
británico Nigel Patrick como Major Julien Howard, y el norteamericano Jeffrey Hunter como Bill Ranson, capitán del
ejército estadounidense. Y recurrió también, por imperativos industriales del presupuesto, a la joven actriz suiza Annemarie Düringer como la bella agente alemana Rolande Hertog, infiltrada en una unidad británica que proyecta un
señuelo conjunto anglo-estadounidense destinado a proporcionar
información falsa a los alemanes sobre la invasión del Día D, moviendo por
medio del engaño y los resquicios de escepticismo de la espía que un gran
contingente de los ejércitos nazis se desplacen a Holanda, país en el que dicha
unidad británica sitúa la falsa invasión aliada.
COUNT FIVE AND DIE
















El bajo presupuesto que
obtuvo "Count Five and Die" del artesano director
nacionalizado francés Victor Vicas (nacido en 1918 en Moscú, Rusia),
escasamente acreditado entre las grandes lumbreras europeas del Séptimo Arte,
no fue obstáculo para que la cinematografía europea, unida esta vez con la
británica y la estadounidense, incidiese magníficamente en el imprescindible juego de
los equívocos y engaños bélicos perpetrados por Inglaterra y Estados Unidos
contra la Alemania Nazi. La eficacia de Vicas exigía una requisitoria
condicionada por su insistencia en escenas de interiores laberínticos y oscuros
entre los cuales se desataba la acción, valiéndose en raras ocasiones de las
calles londinenses para eludir las amenazas de los seguimientos del espionaje.
Y de nuevo la cinematografía trató de recurrir a los blockbusters o éxitos
de taquilla históricos de tantos films bélicos como han enseñoreado la
pantalla, y lograr mediante esta pequeña obra maestra casi olvidada del cine de
espionaje como es "Count Five and Die" que dichos taquillazos
nunca estuvieron reñidos con la dignidad artística y pudieran seguir
siendo, también hoy por medio de los nuevos avances tecnológicos, un vehículo
de generosas ideas de política-ficción, incluyendo de nuevo la
problemática del espionaje, y advirtiendo al mundo de lo peligroso que resulta
seguir jugando con los sangrientos alegatos belicistas, uno de los grandes
horrores que siempre han gravitado sobre la humanidad. Hay que seguir
celebrando que el Séptimo Arte se haya decantado desde sus inicios como un
fenómeno representativo de las realidades sociales, mostrándonos los duros
climas morales de un mundo tantas veces desquiciado e injusto, y que al falsear
también planteamientos y fórmulas persistentes inscritas en la existencia
humana, no pierda en absoluto la partida frente a las preocupaciones de todo
tipo que lo han vinculado a un casi certero compromiso social con los grandes
problemas suscitados, en este caso, en la pasada contemporaneidad del siglo XX.
Y si ha sabido aplicar el escalpelo del análisis implacable al mundo de las
relaciones humanas, siguió siendo también de suma importancia que hurgase en los
ineludibles abismos de la corrupción y la perversidad, y se haya distinguido
por buscar fórmulas de comportamientos más dignos y racionales, como declaró el
gran John Huston cuando filmó su monumental espectáculo bíblico: "The
Bible" ("La Biblia") es una creación colectiva de los hombres,
destinada a resolver provisionalmente y en forma de fábulas cierto números de
misterios demasiado inquietantes para el pensamiento de una era no científica, pero
también aplicable al mundo contemporáneo" "Count Five and
Die" es una clara muestra de las atractivas posibilidades del cine de
bajo presupuesto, que a partir de la línea argumental del que quizás ha sido el
hecho histórico más terrorífico que ha vivido la humanidad en el pasado siglo,
expone lo que pudo ser el verdadero rostro testimonial de un continente que
abatido por la crueldad de la guerra, que no es sino la "mayor obscenidad
que se puede conceder a la muerte", trató semiclandestinamente la impotencia
práctica de rebelarse contra ella, aun valiéndose de fascinantes falseamientos
destinados a demoler la gigantesca cadena del horror nazi y uno de sus polos
más temibles y casi jerarquizantes de la visión paroxística del que se valió el
brumoso movimiento del espionaje bélico, subvertidor de la búsqueda exhaustiva
de la agónica paz mundial. Y no es extraño por tanto que el título del
film se fusione con la aterradora presencia sobre la que también pesa
la tragedia colectiva y estremecedora de la guerra: "la cápsula de
cianuro", empleada para rehuir la sistemáticas torturas del enemigo. Se
trataba de contar hasta cinco y morir sin sufrir, pese a que la realidad era
muy diferente, y la muerte por cianuro, según los expertos, era terriblemente
dolorosa. Victor Vicas se valió de dos excelentes actores como el
británico Nigel Patrick como Major Julien Howard, y el norteamericano Jeffrey Hunter como Bill Ranson, capitán del
ejército estadounidense. Y recurrió también, por imperativos industriales del presupuesto, a la joven actriz suiza Annemarie Düringer como la bella agente alemana Rolande Hertog, infiltrada en una unidad británica que proyecta un
señuelo conjunto anglo-estadounidense destinado a proporcionar
información falsa a los alemanes sobre la invasión del Día D, moviendo por
medio del engaño y los resquicios de escepticismo de la espía que un gran
contingente de los ejércitos nazis se desplacen a Holanda, país en el que dicha
unidad británica sitúa la falsa invasión aliada.
En 1964, George Seaton dirige "36
Hours" ("36 horas") a partir de una historia de Carl K.
Hittleman y Luis Vance, basada en el relato de 1944 "Beware of the
Dog" ("Cuidado con el perro") de Roald Dahl. La película
estuvo protagonizada por James Garner, Eva Marie Saint, Rod Taylor y Werner
Peters.




El mayor del ejército estadounidense Jeff Pike-James Garner, es enviado a Lisboa, Portugal, el 1 de junio de 1944, tras haber asistido a la última sesión informativa del general Eisenhower sobre el inminente desembarco de Normandía. En Lisboa se reúne con un informante y para confirmar que los nazis aún esperan la invasión en el Paso de Calais. Jeff es secuestrado y trasladado a Alemania, y cuando despierta en lo que parece ser un hospital del ejército estadounidense, asombrado le indican que es el día 6 de mayo de 1950, y que se encuentra en la Alemania ocupada tras la guerra. El psiquiatra Walter Gerber-Rod Taylor le convence de que sufre amnesia desde que fue torturado en Lisboa y le advierte que sus recuerdos bloqueados siempre han resurgido durante la terapia.



Jeff recibe la ayuda de una enfermera alemana, la desapasionada Anna Hedler-Eva Marie Saint. Así engañado por la añagaza alemana, Pike relata los detalles de los planes de invasión, incluyendo el lugar y la fecha, el 5 de junio, como parte de su "terapia". Sin embargo, poco después descubre el engaño al notar un corte de papel casi invisible que se hizo el mismo día que partió hacia Lisboa. Decidido a acabar con la farsa, se enfrenta a Anna, quien admite que la fecha real en que se encuentran es el 2 de junio de 1944, y que fue reclutada para salvar su vida en un campo de concentración porque es enfermera y habla inglés.



Pike se alía con Anna, rogándole que informe a Gerber que está al tanto del complot nazi, mientras él intenta fugarse del falso hospital. Rápidamente capturado, se ve sometido a dos días de interrogatorio, Pike y Anna convencen al agente de las SS Schack-Werner Peters, quien nunca creyó que el engaño funcionaría, que la invasión ocurrirá en el Paso de Calais, pero Gerber adelanta el reloj para que Pike y Anna crean que es la mañana del 5 de junio y luego afirma que los alemanes han sido sorprendidos en Normandía. Pike es engañado de nuevo y confirma el plan de invasión en Normandía. Gerber envía un mensaje de emergencia, pero el mal tiempo del 5 de junio obliga a retrasar el aterrizaje. Al mediodía, Schack ordena el arresto del desacreditado Gerber. La pareja huye a casa de un pastor local Furzen-John Banner, quien Pike sabe que ayudó a los pilotos de la RAF derribados a escapar a la cercana Suiza. Schack llega a la casa del pastor y los alcanza en la frontera, pero Furzen dispara a Schack para que parezca que lo mataron al intentar escapar. Pike y Anna acaban a salvo en Suiza, donde se ven obligados a separarse. 
Ronald Neame.
dirigió en 1956 una de las tramas más rocambolescas enfrentada a las aristas siempre apetecibles del espionaje durante la II Guerra Mundial, con suplantación de personalidad: un héroe cadáver que
aparece en las playas de Huelva, España. Situación límite de uno de los mayores
"fiascos" sufridos por el ejército alemán en su enfrentamiento con el
resto de Europa, y en especial con la Inglaterra de Winston Churchill. Una búsqueda de la verdad impecablemente diseccionada.
Por medio de la realidad y del engaño Hitler fue debidamente saboteado por la inteligencia británica con todos los ribetes
del mejor de los suspenses. Se trató de la "Operation Mincemeat" ["Operación Carne Picada"]
Conocida así por "Operation Mincemeat" ["Operación Carne Picada"], maquinada por el Lt. Cmdr. Ewen Montagú [por su participación en la "Operación Mincemeat" se le concedió la Orden del Imperio Británico. En 1953 escribió un libro sobre la operación titulado "The Man Who Never Was" ("El hombre que nunca existió), llevado al cine poco después]










Fue considerada una de las mayores tretas llevadas a cabo por la
Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial. Como gran
golpe de efecto militar contra el alto mando alemán (OKW), Inglaterra
iba a movilizar toda su capacidad estratégica, valiéndose en primera
persona del cadáver de un joven escocés desconocido al que bien podría
aplicársele las "crónicas policíacas" a no ser porque Europa se hallaba
en plena II Guerra Mundial contra la paranoia nazi que el monstruo ario
-de probable ascendencia judía y a cuya etnia hizo objeto de su odio y apocalíptico afán de exterminio- Adolf Hitler y su Tercer Reich
proyectara sobre la mayor parte de una todavía indefensa Europa. Con dicha "Operation Mincemeat" el desembarco de Normandía no pudo ser descubierto por el espionaje alemán. El cadáver del joven William Martín como portador de documentos falsos sobre el Dia D fue considerado como "genuino" una vez los alemanes se valieron de un espía irlandés que radicado en Londres no pudo llegar a descubrir la autenticidad de la magnífica artimaña inglesa. 












































El Dr. Mulder ha tendido una especie de trampa a la srta. Hertog, probablemente
no intencionada, confundiéndola con la presencia de un personaje que en
realidad se hallaba en otro restaurante al indicado en un principio.
Pero Rolande, simula y tiende a su vez un pequeño equívoco al Dr. Mulder, demostrando que también se confunde con respecto a sus recuerdos en la Universidad Lieden.




































































































































































































