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sábado, 28 de junio de 2025

EL DÍA QUE SARA MONTIEL NOS DEJÓ -4-


 

 

 



"El último cuplé" y "La violetera", lograron un tú a tú muy necesario y victorioso para recuperar y cimentar por fin la fama de aquella primeriza Sarita Montiel que se vió obligada a volar a México en busca de un éxito que su etapa cinematográfica inicial en España no le reconoció. Hubo además de ser atraída hacia Hollywood para que, por medio de su boda con un director norteamericano tan prestigioso como Anthony Mann, su valoración más positiva, no sólo como mujer de una belleza indiscutible, y tampoco sin dejar de sobrellevar las grandes dificultades que se abrían ante ella por su desconocimiento de la lengua inglesa, lograra, sin embargo, sobrepasar brillantemente ese medio hostil en que siempre se erigió la Meca del Cine con cualquier director, actor o actriz llegados de Europa. Así la Montiel pudo muy bien afincarse definitivamente en Norteamérica junto a Mann que, sin lugar a dudas, le habría proporcionados nuevos films a la medida del talento que aquella nueva y bellísima conquistadora española de las Américas había logrado demostrar con creces únicamente en tres películas de habla inglesa. Pero al regresar casualmente de vacaciones a España, dejando tras ella una dudosa confianza en los recursos de la cinematografía norteamericana, halló en su país de origen una nueva oportunidad menos férrea que la que imponía Hollywood, o por llamarlo de otra manera "un empleo más liberador" que podía conceder a su carrera como actriz y cantante el decidido progreso artístico que no consiguiera en su etapa más juvenil de la década de los 40 y principios de los 50.  Lo cierto fue que Sara Montiel, con una flamante y creciente confianza en sí misma y las dotes interpretativas aprendidas allende los mares, se entregó a la cinematografía española a través de un orden personal nuevo y excitante en todos los aspectos (crematística y artísticamente), y lo asumió con calma y felicidad, dando un nuevo paso de gigante nada supérfluo e ilógico, rehuyendo definitivamente dos culturas cinematográficas: la mexicama y la  norteamericana, para afincarse en el nuevo testimonio acogedor de la española,  como cerrando los ojos para siempre a sus lejanos fantasmas de un consumo cultural cinematográfico ahora ya definitivamente enquistado en sus primeros pasos de ultramar. No obstante, se creyó conveniente apartar de su imagen de ingenua que logra sobrepasar los laberintos del ingenio para consolidarse, en sus dos primeros films de éxito, como joven cupletista que, atrapada por los requiebros del ingenio erótico-romántico, llega a alcanzar fama y fracaso final, y concederle en su tercer film español un protagonismo más mordaz y menos románticamente candoroso que los ya interpretados. Y el productor Benito Perojo que no sabía como rematar el caso de la ingenua cupletista, se decantó por conceder a la Montiel una nueva imagen mucho más clásica y resuelta con una flamante adaptación de la novela de Prosper Mérimée "Carmen", como ya hiciera el director hollywoodense Charles Vidor con una inolvidable Rita Hayworth en 1948.  Pero se trataba sobre todo de conseguir un melodrama erótico con fondo muy social y menos tortuoso que el de la novela de Mérimée, en el que una nueva Sara Montiel no sólo volviera a ofrendar su esplendorosa imagen, sino también tratar de rehuir en lo posible con un remake de esta nueva Carmen toda la presión cruenta imaginada por el escritor francés. Así sería rebautizada con el título de "Carmen la de Ronda", y salpicada por las maravillosas canciones de Rafael de León, Manuel Quiroga y Salvador Valverde​ que ya cantaron en el pasado Concha Piquer e Imperio Argentina. Y la evolución de las relaciones amorosas correrían a cargo esta vez del invasor francés en la Andalucía de la Guerra de la Independencia, sin excesiva penetración psicológica como en sus dos anteriores films, pero alternando el romance entre Carmen y el sargento vasco-francés José, que interpretaría el también actor galo Maurice Ronet, con el tipismo "bandoleril" imprescindible en la historia de Carmen, y al que daría vida un espléndido Jorge Mistral. Así se rotaría la trama andalucista con un no demasiado alejado nivel moral y patriótico de un pueblo abatido por la invasión francesa, pero que tampoco dejaba tras de sí su aura de cierto romanticismo sombrío como el que siempre tiende a asomar las orejas por todas partes con acciones forzosamente confinadas al medio folklórico exigido por la Carmen de Mérimée. El film se rodaría enteramente en la maravillosa ciudad de Ronda (Málaga) Patrimonio de la Humanidad, y esta vez sería dirigida por Tulio Demicheli, director y guionista hispano-mexicano nacido en Argentina y afincado en España, para ser estrenada en 1959. 



La habitual y conocida historia, tanto novelada como operística, además de cinematográfica, de la Carmen de Mérimée adquiere en esta nueva versión totalmente hispanizada la afortunada intuición de rehuir en todo lo posible las anteriores versiones de la novela, por tanto la gitana sevillana no es ya una atractiva trabajadora en la fábrica de tabacos de Sevilla, sino una famosa cantante en un café de la ciudad malagueña de Ronda. 
Corre el año 1808 y la invasión francesa de las tropas napoleónicas ocupan casi la totalidad de la Península Ibérica. La inquina y la lucha subrepticia contra el invasor galo, guerra por la Independencia de España, está presente entre los habitantes de Ronda, al igual que en el resto del país. Y los bandoleros originales imaginados por Mérimée son diseccionados ahora como las figuras míticas de los guerrilleros que lucharon contra Napoleón. Carmen mantiene una relación amorosa con el más famoso cabecilla de los mismos, conocido por Antonio (Jorge Mistral). 
 

Y como el resto de los habitantes de toda la invadida Andalucía, la famosa cantante sirve además de espía para la protección de los guerrilleros. Casualmente, conoce a un sargento vasco-francés llamado José (Maurice Ronet), el cual acude al cafe donde ella canta todas las noches. Allí, en una de dichas veladas, se halla oculto Antonio, perseguido por las tropas francesas. Carmen logra la evasión del mismo, mientras entretiene al sargento francés con una de sus canciones. 


 
Una antigua amante del guerrillero, Micaela (María de los Ángeles Hortelano) que odia a la cantante, tras haberse enzarzado en una pelea callejera con la tonadillera, ha denunciado a Antonio. Carmen es requerida también como sospechosa de proteger a los guerrilleros por el Coronel de las Tropas Francesas (Amedeo Nazzari)  El día de la pelea con Micaela, José es obligado a llevar a prisión a Carmen por la que siente ya una atracción irreprimible. Y deja huir a la cantante.



 


Será castigado por dicha infracción mientras Carmen, perdonada por el Coronel Francés asiste a una velada festiva organizada por su éste otro admirador suyo. Y esa noche canta "Ojos verdes"

Antonio cae prisionero y Carmen, lo visita en la cárcel, y son ayudados esta vez por José, que acaba desertando del ejército. 
 
 
 
 
 

 

Perseguido por la justicia, la tonadillera, enamorada de él, lo oculta en el café, despertando los celos de Antonio, que amenaza a José

 

Hay un intento de huida de Ronda de los dos amantes con la ayuda del matador Lucas (German Cobos). Finalmente, ante la imposibilidad de abandonar Ronda, y José escondido en el café, Antonio y sus guerrilleros se enfrentan a un grupo de franceses que han averiguado el escondite de José. Éste cree que Carmen lo ha delatado, y aunque ella trata de demostrar su inocencia entonando "El día que nací yo", ambos acaban en un trágico final.

 
 

Sara Montiel demostró por tercera vez que era capaz, como ya había hecho con los cuplés, de conceder un nuevo aire, tenue y sedoso, a las  inolvidables coplas de Rafael de León, Manuel Quiroga y Salvador Valverde​, y que volvieron a convertirla en una de las más mejores cantantes españolas de la década del 60. Así, a través de su muy significativa voz, las tonadillas de aquellos grandes maestros desbordan  otra vez de colorido nostálgico en esta nueva y casi trivial historia de Carmen, que contó, además, con una magnífica banda sonora del músico Gregorio García Segura. Las coplas que entona la manchega Montiel logran de nuevo el milagro de mantener la cohesión andalucista necesaria para realzar su gran protagonismo, y asistiendo con ello a uno de sus últimos y más enconados esfuerzos interpretativos en la pantalla española. Protagonismo que poco a poco, en sus siguientes películas, se verían sujetos a aciertos menos estimulantes, ya que no como cantante, si como actriz decisivamente inmersa en el desempeño menos exigente con que el "divismo" y sus continuados éxitos de taquilla, acabarían por restar una complejidad más significativa a sus interpretaciones. Sara Montiel entonó maravillosamente la canción compuesta por García Segura, "Soy Carmen la de Ronda" que daba título a la película.
 

                          "SOY CARMEN LA DE RONDA"







Y siguieron: 
"Los Piconeros", "Carceleras del Puerto",  "Farsa Monea", "Antonio Vargas Heredia", "Ojos Verdes",  "El  Día que Nací yo" y "La Carmagnola"
 







 

















 



 


 


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