miércoles, 26 de diciembre de 2007

I Confess (Yo confieso)

 








Alfred Hitchcock engrana un suspense sin pretensiones excesivas. Conocemos al criminal desde el principio. Un secreto de confesión convierte en principal sospechoso a un joven clérigo.
Anne Baxter nos desvela su amor por el sacerdote entre secuencias de inolvidable romanticismo. No obstante, pese a su belleza, al fulgor de sus miradas, y a su mágica expresividad cuando el idioma de Shakespeare fluye de su exquisita boca, no fue plato de gusto para el intrigante Hitchcock: "No me sentía satisfecho con el reparto, que comprendía a Anne Baxter como la mujer que amó a Monty antes de que él se hiciera cura. Hubiera preferido a la actriz sueca Anita Björk, pero la Warner Brothers había insistido en que fuese la Baxter." Hitchcock la conoció por vez primera en el comedor del Château Frontenac, poco antes de que se iniciase la filmación.-Monty no necesita a esa palomita-dijo Hitchcock a Karl Malden, que interpretó el papel de inspector de policía que investiga el crimen- A partir de ahí, ignoraría a la actriz decididamente"... -François Truffaut-)
 















"Gran parte de "I Confess" se rodó en Quebec durante un fresco octubre. Entre tomas la mayor parte de los miembros del reparto, comprendidos Brian Aherne, Dolly Haas y Anne Baxter, raras veces tuvieron ocasión de hablar con Monty Clift porque, en cuanto concluía una sesión, desaparecía en su vestuario. -Estaba sobrio, porque entonces nunca bebía cuando trabajaba -dice Dolly Haas- Sin embargo, parecía sumamente desdichado por algo-... Alfred Hitchcock y él no congeniaban: a Monty le desagradaba "la enorme cantidad de trucos, los infinitos ardides" del director. Le desesperaba que Hitchcock le fuese diciendo brusca y firmemente cómo debía actuar... Ambos eran tenaces".
 

 

 
Cuando Monty aceptó el papel de "I Confess", el sacerdote, al final, tenía que ser ahorcado y demostrarse después su inocencia, pero los censores de Hollywood consideraron que aquello ofendería a los católicos romanos y se hilvanó un necio y convencional fin mientras filmaban la película que trastornó a Hitchcock. En todas las escenas con Karl Malden, que son de carácter interrogatorio, su objetivo era lograr que se derribase la entereza de Monty, obligándole a hablar y a admitir su implicación en el crimen, puesto que todas las evidencias así lo señalaban. Pero Monty no rompe sus votos de silencio por ello. Malden admitió que Monty estaba maravilloso en "I Confess". "Su habilidad de proyectar su talante y una fortaleza restringida es totalmente extraordinaria y constituye un gran hito en el film"



"Íntimamente Hitchcock estaba en extremo insatisfecho de la película. Años más tarde dijo a François Truffaut que no tenía que haber hecho nunca "I Confess" porque el concepto básico de la película estaba equivocado. La mayoría del público no aceptaría la idea de que un sacerdote permaneciera silencioso y sacrificando su vida por la santidad de la confesión. Entonces le preocupaba lo amazacotado del guión y su falta de humor. -Mi interés siempre ha radicado en mostrar ironía- decía a Truffaut". Pese a todo, hoy, "I Confess" es un film imprescindible del gran mago del suspense



Montgomery Clift hechiza con su mirada. "Sólo a través de sus ojos advertimos su extrañeza ante cuanto le está sucediendo" (François Truffaut). En efecto, sus actos carecen de aspavientos, no hay terror en "esos ojos", sino un misticismo que abarca todos los matices del amor por el género humano. En la escena cumbre, tras el juicio, frente a una multitud que lo acusa, Monty Clift: ¡¡DIVINO!!



¡¡Jamás perdonaremos a la Academia de Hollywood que le negara un Oscar, más que merecido, al gran Monty!! Y en cuanto a las injusticias con Hitchcock ¡mejor no hablar!







miércoles, 19 de diciembre de 2007

Pushover (La casa nº 322)

Richard Quine descubre a Kim Novak. Y se enamora perdidamente de ella. Es una Kim Novak veinteañera, pero nadie lo diría. ¡Es bellísima! Una Afrodita estatuaria. Parece no saber actuar, pero se revela como un personaje turbio y sensual, al que observamos regocijados desde las sombras.


Richard Quine la cuida con esmero, consciente de que tiene entre sus manos el primer gran vehículo para lucimiento de su joven descubrimiento.



Seguimos así   Kim Novak en medio de un aura sombrío y más bien pesimista, ya que toda la trama de "Pushover" ("La casa nº 322") se circunscribe a la consabida combinación de las flaquezas humanas que conforman el mundo de la ambición entre la ávida oscuridad que siempre nos sugiere el thriller. En consecuencia, cuando Mac Murray le pregunta si no le importa recibir el dinero sucio del gangster que la mantiene, ella responde: "El dinero no es sucio, sólo la gente".



Y entre el adecuado tratamiento que le confiere especialmente la noche, a través de toda esa tramoya artística y apetitosa de los films negros que produjo la cinematografía norteamericana de los años 50, Kim Novak no titubea. Tiene acometidas de histerismo cuando trata de golpear a Fred Mac Murray. Es un momento con inesperada entrega y pasión que mantiene una auténtica unidad del mejor tono del cine "negro". No es una muñeca fría y distante, sambenito que arrastraría a lo largo de su carrera. Su debut preludia algo más. Muchas mujeres, en la escena del bar, aprendieron de ella (maestra consumada) cómo quitarse de encima al moscón que trata de ligar.
 

Espiarla a través de las ventanas es un placer al que todos nos habríamos sometido muy a gusto. Valía la pena ser detective sólo por eso. Es una película nocturna, lluviosa, con su asfalto mojado y brillante, sus intrigantes persecuciones en la noche, y sus acuosas azoteas donde se dan cita los dos amantes.



Una de serie B, que con Kim Novak y Dorothy Malone {cuya mirada ya suplica cierta atención futura a esa lubricidad mítica que alcanzaría a través de Douglas Sirk}se agradece, se disfruta y se convierte en una recomposición absolutamente espléndida de conductas arriesgadas por entre esa combinación de elementos detectivescos donde todo es posible, en un juego de codicia e intereses. Y como película de género,  es equilibrada, apetecible y notablemente nostálgica. Posee un suspense interiorista, con espionaje de vecindario, que se dosifica brillantemente en una recargada atmósfera de fatalidad, sometida a todos los valores de la aventura urbana, y muy especialmente a las necesidades encumbradoras de la imagen de su estrella principal, cuyas idas y venidas en automóvil, escenas magníficas a través de calles y avenidas iluminadas por la humedad lluviosa de la noche invernal, se convierten en planos que casi se incrustarían a partir de entonces en la personalidad de la Novak.
 

"Vértigo", de 1959, {una de cuyas escenas del film de Hitchcock es idéntica al segundo encuentro de Kim Novak y Fred Mac Murray}, y "Strangers When We Meet" ("Un extraño en mi vida"), de 1960 rodeándola, cual criatura nacida de un sueño de nocturnidad, de un halo tan romántico como pasional, y acrecentador de su futuro standing mítico.

Y así Kim Novak, aunque la química con Fred Mac Murray {muy lejano ya de la prestancia y del cinismo que esgrimía en su "Double Indemnity" ("Perdición"), de 1944, de Billy Wilder, con Barbara Stanwyck} no llegara a funcionar del todo, se convierte en un deseo pagado a precio de oro, que recorre la noche acaparando las claves más codiciables del thriller.

Primer testimonio del "Amor Absoluto" de Richard Quine por la perfección menos hierática de la escultural Kim Novak, que se convertirá en su fetiche obsesivo. También muchos de nosotros sufrimos en silencio esa afinidad secreta a partir de este film. La Novak, pues, no necesitó a Hitchcock para rodearse de toda la suntuosidad de los misterios. ¡Mil veces observada desde las sombras! ¡Mil y mil veces amada!!